https://revistacuantica.iescinoc.edu.co/index.php/rcq/
Vol – 2 No. 2, Julio - Diciembre 2021
Pgs 99-112
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Trabajo de cuidado y ruralidad en la caficultura caldense: el
caso de las “alimentadoras”
Care work and rurality in the coffee farms of Caldas (Colombia). the case of the rural
women cooks
Pablo Andrés Arango Giraldo
Magister en Sociedades Rurales
Institución Educativa Superior CINOC
Pensilvania, Colombia
pablo.arango@iescinoc.edu.co
https://orcid.org/0000-0003-3131-4398
RESUMEN
La presente ponencia recoge los resultados de investigación sobre la labor que realizan
las mujeres rurales “alimentadoras”, en fincas y haciendas cafeteras de la zona rural de
tres municipios pertenecientes a la subregión centro sur de Caldas (Colombia). El
propósito de la investigación se encamina hacia la comprensión de las situaciones de
invisibilidad laboral que rodea la actividad de preparación y suministro de comidas para
jornaleros cafeteros. La metodología mixta de trabajo, centrada en narrativas, revelaron
las condiciones de segregación por aspectos de género, inequidad en acceso y uso de
recursos, precariedad salarial para las alimentadoras, demostrando como su trabajo se
configura en un asunto esencial de para el cuidado, la producción y mantenimiento de
fuerza de trabajo, las relaciones sociales, y la productividad de las empresas cafeteras.
Palabras clave: Mujer rural; café; trabajo de las mujeres; justicia social; preparación de
alimentos, trabajo de cuidado
Recibido Julio 2020 – Aceptado Noviembre 2020
Quántica. Ciencia con impacto social
Vol – 1 No. 1, Enero - Junio 2021
e-ISSN: 2711-4600
Pgs 99-112
100
ABSTRACT
This presentation, show the results of the research about the work of rural women that
cook meals on farms and coffee plantations in the rural area of three municipalities
belonging to the south-central region of Caldas (Colombia). The purpose of this research
is the understanding of the situations of labor invisibility that surrounds the activity of
preparing and supplying meals in the context of rural coffee work. The work
methodology and the way in which the data is constructed and analyzed, mainly focused
on narratives derived from the life stories of the participants, reveal the conditions of
gender segregation, inequity in access and use of resources, and wage inequality in terms
of economic remuneration, but also how this work is configured as an essential issue for
production and maintenance of the labor force, social relations, and productivity of
coffee companies
Keywords: Rural women; coffee; women’s work; social justice; food preparation, care
work
1. Introducción
La hacienda cafetera, es concebida históricamente desde sus inicios como el núcleo
donde se consolida la industria cafetera del país, y son un elemento insignia de la
tradición laboral y familiar de la caficultura, ya que en ellas se fundaron y socializaron
la cultura de administradores y trabajadores (Acevedo, 2008). Una de las características
de esta cultura es la de proporcionar condiciones de alimentación y vivienda de manera
permanente o temporal, a los jornaleros que vienen y van por los territorios cafeteros, al
ritmo de las cosechas. La importancia de la buena alimentación en la hacienda cafetera
radica en que este es un factor determinante en el juego de oferta y demanda del mercado
laboral para cosecha, criterio usado por los trabajadores agrícolas para elegir donde
trabajar; el carácter manual de esta labor y la naturaleza migratoria de esta población
afectan la productividad de la empresa si no se cumple con esta condición. Por ejemplo,
en algunos estudios (Duque, 2000; Arango, 2014), se encontró que la buena
alimentación (25,6 %) y el buen trato (22,1%) son los factores que tuvieron mayor peso
frente a criterios como precio y producción para elegir una finca donde recolectar café.
El término “alimentador” (Errazuriz, 1986; Arango, 2014; Tobasura 1992) es
ampliamente usado en las Haciendas para referirse a los trabajadores rurales dedicados
a ofrecer comidas a jornaleros que buscan su sustento en estos lugares, sin embargo, se
entiende que esta es una actividad llevada a cabo directamente por las mujeres y no por
los hombres “Alimentadores”, quienes en últimas reciben un mayor grado de
reconocimiento económico; de hecho, para su contratación, este trabajador debe contar
de manera obligada con el acompañamiento de alguna mujer (madre, hermana, esposa,
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101
hija etc.) quienes son las encargadas no solo de limpiar la vivienda y los alojamientos,
sino también de la preparación de las comidas para sus familias y las del resto de
trabajadores rurales, sin que ello represente, retribución económica, reconocimiento
empresarial, y con jornadas de trabajo más extensas que las de otros oficios.
Esta investigación fue llevada a cabo durante las cosechas cafeteras del 2017 y 2018, en
la zona rural de tres municipios pertenecientes a la subregión centro sur de Caldas. Las
técnicas utilizadas siguieron los lineamientos de la prospectiva de trabajo mixto
(Cualitativa/cuantitativa) centralizada en relatos de vida de estas mujeres dedicadas al
oficio de cocinar. Los objetivos fueron: determinar sus experiencias de vida, describir
los aportes de su trabajo, y valorar las dos perspectivas en función de la actividad
productiva cafetera.
Como resultados se pudo determinar que la escasa valoración social del trabajo de
cuidado, (específicamente cocinar) pone en evidencia que las alimentadoras son una
fuerza laboral invisibles tanto desde el punto de vista económico como social, siendo
la alimentación un factor que genera valor a favor de los empresarios, a costa del trabajo
no remunerado de las mujeres rurales, a pesar de que son ellas quienes garantizan las
condiciones de bienestar y cuidado para los encargados de la cosecha cafetera.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
(FAO), en América Latina y el Caribe la población rural asciende a 121 millones de
personas, lo que corresponde a 20% del total, de esto 48% son mujeres rurales (Ballara,
Damianovic, & Parada, 2010 p.7). En Colombia los datos del Censo Nacional señalan
que para el año 2016 la población rural representa 23.4% de la población total del país,
lo cual equivale a 11.406.962 habitantes, de este grupo 5.381.678 son mujeres rurales,
es decir 47.1% (Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, 2017, p. 4); lo anterior
denota que la participación de la mujer rural dentro de las economía local y regional es
esencial, no solo como agentes claves para la producción de alimentos, la seguridad
alimentaria y la subsistencia de las familias (Ballara, Damianovic & Parada, 2010, p. 7),
sino que también lo es para la defensa de los territorios, la biodiversidad, la transmisión
de saberes y conocimientos, y el mantenimiento socioeconómico y cultural de las
comunidades (Nobre, Hora, Brito, & Parada, 2017, p. 2).
A pesar de estas situaciones, los aportes de las mujeres rurales se convierten en parte
fundamental para el sostenimiento del sistema económico, ya que muchas de sus
labores, aunque no vienen necesariamente asociadas a algún valor monetario o social,
generan riqueza para sus beneficiarios y son entendidos como una extensión de los roles
que históricamente han sido asignados a la mujer (Ballara et al., 2010, p. 20), aportes
que continúan siendo invisibles.
102
La invisibilización del trabajo de las mujeres rurales, es uno de los aspectos críticos en
la desigualdad de género en los países de América Latina (CEPAL, 2019). Los
resultados en las encuestas de uso de tiempo en la región, revelan que la mayor parte de
las mujeres rurales son invisibles para las estadísticas oficiales debido a que aparecen
como población inactiva dentro de la medición del empleo formal, esto corrobora que
las mujeres rurales realizan múltiples actividades que son consideradas como trabajos
invisibles, puesto que participan del trabajo no remunerado o producen para el
autoconsumo en el hogar (CEPAL, 2019, p.41), dichas labores están dirigidas al cuidado
de huertas y animales, recolección, procesamiento y cocción de alimentos, cuidado de
niños y personas mayores, en jornadas promedio de doce horas (Ballara, Damianovic,
& Parada, 2010, p. 7). Estas tareas más que caracterizar un trabajo que implica,
laboriosidad, conocimientos, cualidades y competencias, al mismo tiempo esta
precedido por la explotación y la segregación laboral, lo cual se deriva en empleos
precarios, mal pagos y con poco acceso a capacitación; a pesar de que gran parte de la
población de mujeres rurales de America Latina viven en estas condiciones, ellas
representan 20% de la fuerza laboral agrícola (Nobre, Hora, Brito, & Parada, 2017, p.
1).
La naturaleza del trabajo de las mujeres rurales, y en particular del objeto de estudio de
la presente investigación (trabajo de alimentadoras), tiene como antesala un contexto
laboral enmarcado en condiciones de Invisibilización, derivado en segregación,
inequidad y precariedad. Un trabajo que superpone las esferas productivas,
reproductivas y de cuidado en fronteras que apenas son perceptibles entre sí, porque
siendo un trabajo que genera réditos económicos y bienestar a miembros de la sociedad
(y por ende susceptible de remuneración), está insertado en la esfera del hogar sin poder
escapar de las labores domésticas. Tal y como se ha descrito hasta el momento, el trabajo
de las alimentadoras no solo se enfoca en el suministro de alimentos, es también la suma
de actividades tendientes a la reproducción de la vida, asignadas social y culturalmente
a las mujeres, razón de su invisibilidad. Ante este panorama, se generan las siguientes
preguntas de investigación: ¿Cuáles son las situaciones de invisibilidad que rodean su
trabajo? ¿Cuáles son las implicaciones que tiene esta situación en sus condiciones de
vida?, ¿De qué manera opera la ideología que acompaña estas situaciones? ¿Cuáles son
los aportes, económicos, sociales culturales y afectivos que realizan a la caficultura?
En la ruralidad, las labores reproductivas y de cuidado inherentes a la creación de fuerza
de trabajo y que son necesarias para el sostenimiento de las sociedades, están asignadas
históricamente a las mujeres, pero en muchos casos si la mujer rural realiza labores
productivas tendientes a la creación de riqueza, estas pueden ser reconocidas como
reproductivas, sobre todo para aquellas labores que ella realiza en el hogar. Esta falta de
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claridad en muchos casos impide el correcto análisis de la naturaleza del trabajo rural
femenino distinguiéndose una zona “gris” entre lo productivo y lo reproductivo; de la
misma manera el trabajo, como categoría de análisis es estudiado fundamentalmente
desde los aquellos que incorporan al mercado empleo formal o asalariado, dejando por
fuera labores ajenas, ocultas, e invisibles de la esfera mercantil.
Con relación a lo expuesto hasta este punto, esta investigación se fundamenta en la
necesidad de comprender desde la subjetividad de las alimentadoras las experiencias,
expectativas, valoraciones, y al mismo tiempo las situaciones que de manera objetiva
acompañan su trabajo (prácticas, relaciones, y condiciones de vida), teniendo presente
que la invisibilización de los trabajos considerados parte del ámbito doméstico, son una
condición común a todas las mujeres, pero en el caso de las mujeres rurales lo es más
debido a que las actividades agropecuarias o productivas son realizadas dentro de la
misma casa, y a veces ni ellas mismas las perciben como trabajo y aporte económico al
hogar (Díaz, 2002, p. 28).
Los resultados obtenidos con esta investigación primero, se encaminan a describir y
analizar la naturaleza y los aportes que el trabajo de las mujeres y particularmente las
alimentadoras realizan para las sociedades rurales; segundo resaltan la importancia que
tiene su trabajo como factor de cohesión social, es decir con relación a como este se
materializa no solo en la comida, sino también en los vínculos e intercambios que se
tejen alrededor de la misma; tercero, aportan nuevos conocimientos y debates sobre el
trabajo que realizan las mujeres rurales, entendiendo sus características y
particularidades, y cuarto, destacan la importancia de su trabajo, especialmente cuando
forman parte silenciosa en los lugares de producción agraria, con miras a formular
planes programas que contribuyan al mejoramiento de su calidad de vida.
Objetivos: En concordancia con lo señalado, el objetivo general que plantea este estudio
es comprender las situaciones de invisibilidad (segregación, inequidad y precariedad)
que rodean el trabajo de las alimentadoras en la caficultura de la subregión Centro-sur
de Caldas, y como objetivos específicos: indagar desde la perspectiva de las
alimentadoras, las experiencias de vida relacionadas con su situación de invisibilidad
laboral, describir los factores económicos, sociales, afectivos y culturales que
acompañan su labor en las empresas cafeteras, y analizar las experiencias y los factores
que acompañan el trabajo de las alimentadora, y su relación con la caficultura de la
región de estudio.
Hablemos del cuidado. A mediados del Siglo XX, la centralidad de las discusiones
realizadas por las feministas (especialmente de corte Marxista) acerca de la relación
104
entre capitalismo y división sexual del trabajo, estaban centralizadas en el papel que
cumple la mujer en la economía bajo un sistema económico que excluye a la mujer de
la esfera de mercado, ubicándolas en el espacio doméstico, apenas como beneficiarias
del mismo (Esquivel, 2011, p. 12), a partir de estas ideas, la consecuente división de la
vida social y económica entre producción y reproducción, y la idea sobre el trabajo
doméstico como requerimiento del capitalismo (p.12), inaugura una nueva corriente de
pensamiento fundamentado en la necesidad de abordar la economía desde una visión
distinta a la mercantil, y que pone en consideración factores como el bienestar y la
desigualdad en el centro del debate.
Es así como nace la Economía Feminista a principios de los años noventa del Siglo XX
a partir de la Conferencia Anual de la American Economic Association, la cual incluye
por primera vez un panel con temática feminista en economía (Carrasco, 2006, p. 3),
una de sus repercusiones fue la creación de la International Association For Feminist
Economics (IAFFE) en 1992, con su revista Feminist Economics, que es publicada
desde 1995 (Carrasco, 2006; Franco, 2015). Para Esquivel (2012), la temática que
aborda esta corriente de pensamiento está dada por: la incorporación del trabajo
doméstico y de cuidado no remunerado en el ámbito económico como piedra angular
del mismo, entender que las relaciones atraviesan las políticas, instituciones y
regulaciones no son neutrales frente al género, además de contribuir a la identificación
de las múltiples dimensiones de la desigualdad que interactúan con el mismo (Esquivel,
2012, p. 29). Por otra parte, Carrasco (2006), haciendo alusión a las posturas de las
feministas de la segunda ola añade: la crítica al pensamiento económico clásico, por no
considerar el trabajo de las mujeres en sus estudios, implica replantear el concepto de
trabajo, las características y funciones del trabajo doméstico, la participación de las
mujeres en la esfera del mercado de trabajo, y sus formas de discriminación,
invisibilizarían, y marginalidad que lo acompañan (p.4).
Los debates que surgen posteriormente, sugieren que el concepto de trabajo
reproductivo no difiere del trabajo doméstico (Esquivel, 2011, p. 12) ya que ambos se
originan de la división entre “casa y trabajo”, es decir en la separación de procesos
productivos ligados al mercado de capitales, y las tareas de reproducción de fuerza de
trabajo en el ámbito doméstico (Esquivel, Faur & Jelin, 2012, p.14), la inseparable unión
entre la esfera reproductiva y doméstica se evidencia gracias a que labor doméstica es
vista como parte integral de la cotidianidad del hogar, desde este punto de vista el trabajo
doméstico es entendido como el conjunto de tareas habituales y repetitivas que aseguran
la reproducción social en tres sentidos: la reproducción biológica (asociada a la
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fecundidad), la reproducción cotidiana (labores encaminadas a la subsistencia de los
miembros de la familia, y la fuerza de trabajo de los trabajadores asalariados), y la
reproducción social (transmisión de normas y valores sociales) (Esquivel, Faur &
Jelin,2012, p. 16-17), a partir de estas distinciones, la atención en los estudios sobre este
campo cambia para centralizarse en visibilizar “los costos” que este trabajo traía para
las mujeres (Esquivel, 2011, p. 12).
Ya en las últimas décadas, y con el fin sacar a relucir otros tipos de aportes a la
economía, los discursos sobre esta temática se dividieron en tres líneas de estudio:
trabajo doméstico o reproductivo, economía doméstica y trabajo de cuidados (Franco,
2015, p. 44). El cuidado, entendido como un desafío a los principios de la economía y
la construcción social (Alberti, Zavala, Salcido, & Real, 2014), representa un elemento
clave para el análisis del trabajo de alimentadora; un hecho que se rescata aquí es que
los trabajadores rurales dependen de terceros para su alimentación, permaneciendo en
un constante estado de inseguridad alimentaria (Arango, 2014). El trabajo de cuidado
puede ser llevado a cabo en el entorno doméstico, y puede ser no remunerado, pero no
siempre es así. Es definido en el ámbito de relaciones humanas, ya que implica que una
persona desarrolla tareas que contribuyen a bienestar físico y emocional de otros
(Franco, 2015), no obstante las labores domésticas que acompañan a esta labor acarrean
costos, no solo monetarios, sino también en uso de tiempo, recursos y energía, y por lo
general y no en todos los casos, este costo lo asumen las mujeres; de allí la unidad que
forman el cuidado (o trabajo de cuidado) con el trabajo doméstico; en palabras más
precisas señala Esquivel: brindar cuidados es (muy) costoso, pero los costos de brindar
cuidados son compartidos de manera desigual entre hombres y mujeres en el interior de
los hogares, entre los hogares y en la sociedad en general (Esquivel, 2015, p. 66).
Con respecto al trabajo de cuidado, para Esquivel (2015) existen varias
conceptualizaciones que cambian de significado según diferentes corrientes de
pensamiento, la primera consideración es que cuidado abarca un significado más amplio
y en ocasiones se usa como sinónimo de la expresión “trabajo de cuidados”, segundo,
la Economía Feminista adopta el término “economía del cuidado” para resaltar la
centralidad que este tiene para sustentar la economía de mercado, por otra parte en los
análisis sociológicos y concretamente los análisis de políticas públicas, este término es
reconocido como “organización social del cuidado” y “régimen del cuidado” para
realizar críticas sobre del papel del estado en estos asuntos (Esquivel, 2015, p. 63-64).
Uno concepto de cuidado que se relaciona con lo expuesto en este estudio, se extrae de
Daly & Lewis (2000):
106
El cuidado como categoría de Análisis es entendido como aquellas actividades y
relaciones direccionadas a alcanzar los requerimientos físicos y emocionales de niños y
adultos dependientes, y los marcos normativos sociales y económicos dentro los cuales
estos son asignados y llevados a cabo (Daly & Lewis, 2000, p. 285).
Esto plantea dos cosas, que el trabajo de cuidado debe considerarse por fuera del ámbito
de lo domestico, y segundo que puede ser o no invisible, es decir también puede
realizarse en la esfera de mercado (Franco, 2015, p. 47). Otras definiciones sobre el
trabajo de cuidado relacionadas con el trabajo de alimentadora, lo señalan primero como
un derecho y luego como actividad generadora de valor (Osorio, 2015). Estas labores se
rigen por lo subjetivo, las emociones y los lazos afectivos, más por amor que por dinero;
son actividades que -en la realidad de muchas sociedades- no deben ser remuneradas, y
que además recaen en las mujeres (Rocha & Ochoa, 2011), por tanto, por factores
sociales, económicos, laborales, y políticos que fomentan la idea de que su trabajo de
cuidar es natural, en desigualdad en uso del tiempo, y algunas veces su labor no se
realiza de manera voluntaria, imaginarios que en zonas rurales tienden a estar más
arraigados y las oportunidades para las mujeres son más escasas (Peña & Uribe, 2013).
2. Materiales y métodos
Esta investigación se desarrolló en la zona rural de tres municipios de la subregión
centro-sur del departamento de Caldas, entre los Municipios de Manizales, Chinchiná y
Palestina, igualmente gran parte del área de estos municipios se encuentran ubicada
dentro del territorio reconocido por la UNESCO como Paisaje Cultural Cafetero de
Colombia (PCC), zona que ha sido por tradición el motor desde donde se ha impulsado
la productividad cafetera del país, debido en parte a la buena administración de las
plantaciones por parte de los productores, reflejada en prácticas de renovación anual de
los cultivos, altas densidades de siembra, adopción de variedades resistentes a
enfermedades, prácticas de conservación de suelos y la tecnificación de procesos de pos-
cosecha, lo que le da al departamento su posición como uno de los principales
productores de café en el país.
La investigación se soportó en un Diseño Anidado o Concurrente del Modelo
Dominante (DIAC), propio de la investigación mixta (cuantitativa + cualitativa), donde
una de las perspectivas se convierte en la guía del estudio, y la otra queda incorporada
en una o más de sus fases (Hernández, Collado, & Baptista, 2010, p. 571).
Desde el punto de vista cualitativo (CUAL), y con el fin de asegurar que la realidad
reconstruida en la presente investigación sea una “fiel copia” de la que viven y dan
testimonio las alimentadoras, se acudió a la perspectiva analítica - interpretativa, y a
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herramientas derivadas del enfoque biográfico narrativo (relatos de vida). De acuerdo
con lo anterior, el diseño sistemático de las categorías para el análisis de los relatos inicia
con la elaboración de matrices en hoja electrónica Excel, que suministran criterios
orientadores que fueron incluidos en entrevistas semi-estructuradas. Las narrativas se
sometieron a herramientas de la teoría fundamentada, primero con la codificación
abierta y posteriormente con codificación axial, de tal manera que los datos se
organizaron según el tipo de pregunta correspondiente a cada criterio en la matriz, luego
los códigos se agruparon según su naturaleza.
3. Resultados
Finalmente se hizo una lectura relacional entre las categorías resultantes de cada una de
las agrupaciones, con categorías teóricas previas (triangulación teórica), la razón para
acudir a esta técnica es la de garantizar viabilidad y confiabilidad de los datos al
completar los vacíos que quedaron en el análisis. No obstante, la principal desventaja
de establecer categorías teóricas previas para el análisis de los datos, propuesta desde el
diseño sistemático, es que los resultados corren el riesgo de responder a expectativas
subjetivas del investigador y terminen por silenciar las voces de las participantes. Para
corregir este error, los datos nuevamente se revisaron y analizaron a la luz de la teoría
fundamentada según lo proponen Strauss & Corbin, (2002), con el fin de enfatizar el
análisis en categorías emergentes.
La recopilación de los relatos comenzó en el mes de octubre de 2017 y culminó en junio
de 2018, no obstante para enriquecer los datos y dar cuenta de las experiencias narradas
por las alimentadoras , se acudió a un ejercicio de observación participante, con el fin
de evidenciar practicas alimentarias relacionadas con la preparación y el consumo, dicho
ejercicio se llevó a cabo durante una semana laboral en el mes de octubre de 2018,
momento donde se dió inicio a la cosecha cafetera en esta zona central de Colombia.
Los datos resultantes también se triangularon junto con el análisis de las narrativas.
Desde el punto de vista cuantitativo (cuan), en las narrativas participaron 12 mujeres
rurales identificadas como alimentadoras; en términos de representatividad, el diseño
muestral en un principio obedeció a un estimado de 163 predios considerados como
“gran propiedad cafetera” o de economía empresarial en la subregión centro sur de
Caldas, a partir de este punto se estableció que cada unidad productiva tenía al menos
un campamento donde se alimentan trabajadores rurales, por esta razón la variable
dependiente a considerar en el estudio se definió en una alimentadora/empresa. La
muestra se calculó con la aplicación de herramienta estadística para población conocida
108
(Aguilar Barojas, 2015). Se apeló a criterios de homogeneidad en áreas cultivadas, y
niveles de productividad entre la población total de predios de tipo empresarial de la
zona de estudio. Sin embargo, al dar inicio con el trabajo de campo se hace evidente que
la caficultura no es homogénea, y que hay otras realidades que son necesarias de
incorporar en el estudio, por tal motivo se trabajó la mirada de alimentadoras que viven
y trabajan en entornos productivos distintos al sistema de haciendas; el muestreo para
este fue aleatorio simple (no probabilístico, pero si representativo). En las entrevistas
semiestructuradas se incluyeron variables cuantitativas como edad, tiempo de
experiencia, número de miembros del hogar y comensales que deben atender en los
campamentos, además de variables económicas que indagaron sobre el nivel de ingreso
de las alimentadoras; cabe recordar que las preguntas orientadoras correspondieron a la
“estructura” creada desde las categorías teóricas, y dejaron un lugar para preguntas
abiertas. Al finalizar el trabajo de campo, la muestra ofreció un panorama de la
estructura económica cafetera en la zona de estudio: Nueve alimentadoras se
encuentran vinculadas al sistema de haciendas, una de ellas a la mediana propiedad, y
dos de ellas representaron a las economías de minifundio cafetero, todas viven junto a
sus familias al momento de ser entrevistadas, en igual número de predios. En
concordancia con estas ideas, el criterio para seleccionar a las participantes cambió, de
obedecer en un inicio a parámetros de contextos productivos (homogeneidad), a tener
en consideración la diversidad de formas bajo las cuales estas mujeres viven dentro de
la caficultura.
4. Conclusiones
Las situaciones de invisibilidad que rodean el trabajo de cuidado que realizan las
alimentadoras y que se lograron identificar a partir de sus experiencias de vida son las
siguientes:
a) La segregación laboral: El permanente estado de desigualdad de las alimentadoras
depende sobre todo de decisiones que se toman al interior de la familia, entre quien
ostenta el poder económico (salario) y quien se beneficia del mismo, corroborando que
las relaciones de género, se configuran en relaciones de poder. Estas relaciones a
menudo son desiguales porque no solo responden a patrones establecidos culturalmente,
sino que dichos roles también corresponden con las necesidades que el sistema
económico necesita, sobre todo para el mantenimiento y reparación de fuerza de trabajo
en labores de cuidado como la alimentación.
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b) Hay desigualdad jurídica para las alimentadoras, ya que las prácticas socio–
económicas implícitas en la relación existente entre familia rural proletaria y las
empresas identificadas como contratación oculta, revelaron una imposición de
servidumbre a las alimentadoras a favor de los intereses de sectores sociales más
privilegiados.
c) El trabajo de las alimentadoras es invisible porque sus labores están relacionadas con
las tareas domésticas y no se valoran como un trabajo generador de valor. Este trabajo
de alimentar trabajadores implica la realización de labores que no solo tiene relación
con la preparación de comidas, sino que también están encaminadas a garantizar el
bienestar de las personas que llegan a las organizaciones empresariales que buscan
sustento económico y buen trato. Se corrobora la condición de doble o triple jornada
que se superponen en la cotidianidad de las mujeres rurales y que muestran el Sistema
de cuentas Nacionales en labores avocadas no solo a garantizar el bienestar del núcleo
familiar y el bienestar comunitario, sino también para el sostenimiento del sistema
económico en su conjunto en jornadas mucho más extensas que otros trabajos, ocupando
incluso tiempo de descanso. La jornada de trabajo se estimó en 17 horas/día en promedio
para las alimentadoras, frente a 13.24 horas/día para las mujeres rurales en general.
d) La precariedad salarial es otra de las condiciones del trabajo invisible de las
alimentadoras, que se revela a través del no pago de salario; de allí que sean comunes
las prácticas como la monopolización y la privación de los recursos por parte de los
varones; de igual modo, a pesar de que algunas de las alimentadoras expresan
independencia económica por el hecho de recibir recursos por negociación con los
esposos o por cuenta propia, la desvalorización que acompaña su trabajo es transversal,
en el modo como configura su lugar en las organizaciones y en trabajo subordinado a
horarios y tareas específicas; el resultado de esta falsa autonomía de las alimentadoras
son las estrategias de ingresos o pagos diferenciados por venta de comida y comisariato
como la única vía para recibir recursos monetarios, los cuales dependen de la
negociación que ocurra al interior de la pareja de esposos, y escapa de toda normativa
en temas jurídicos, donde no reflejan el valor total del esfuerzo y tiempo invertido en
la misión que se les encomienda.
Las implicaciones que tienen estas situaciones en las condiciones de vida de las
alimentadoras son principalmente consecuencia del trabajo forzoso, el cual se
materializa a través de las decisiones tomadas al interior de la familia. Para muchas la
involuntariedad con la cual realizan su trabajo, o falsa autonomía como se puede
apreciar en otras, acarrea problemas de salud (Fatiga crónica, EPOC, estrés, accidentes
110
en la cocina), pérdida de tiempo para disfrutar del descanso, la socialización, actividades
culturales y de esparcimiento (trabajo en jornadas extensas y los fines de semana),
imposibilidad de recibir educación, de agremiarse y de superarse a mismas. De
manera paralela, el desconocimiento de esta realidad moralmente injusta en la ruralidad
cafetera, y en consecuencia la invisibilidad laboral junto a la falta de reconocimiento a
nivel social e institucional del trabajo de las alimentadoras, ocasiona que ellas no sean
tenidas en cuenta en planes, programas y proyectos dirigidos a garantizar los derechos
de las mujeres rurales, y sobre todo en aquellos encaminados a resaltar el valor cultural
de su trabajo, ya que su actividad económica no forma parte de las estadísticas, no son
susceptibles de recibir créditos, y culturalmente no son nombradas como parte integral
del engranaje humano que sostiene la caficultura en Colombia.
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